domingo, 20 de julio de 2014

Diario de abordo

Ochenta y cuatro días. Ese es el tiempo que llevo aquí encerrado. La última batalla fue la más cruenta que jamás he vivido.

Estábamos en una posición perfecta para acabar con la fragata “Irruptor”, como la hemos llamado al carecer de un nombre conocido, y parecía que la teníamos dominada. Los cañones de babor abrían fuego intenso con ese sonido rítmico y contundente de un concierto de percusión. Nuestras descargas hacían estragos en su casco y, de seguro, en su tripulación; la batalla estaba ganada. De repente, dos acorazados enemigos aparecieron de la nada y se colocaron en nuestro flanco, comenzando el ataque sin que pudiéramos reaccionar. Las primeras bajas fueron los artilleros, todos y cada uno de ellos, y en cuestión de segundos el resto de mi tripulación comenzó a caer rápidamente.

A duras penas conseguimos escapar, pero quedamos a la deriva sin capacidad para variar el rumbo debido a los numerosos daños recibidos. 154 de las 176 almas que habían embarcado perecieron entre olas de fuego y metal. Solo sobrevivimos un grupo reducido de soldados de infantería, en su mayoría heridos o agonizantes. El Oficial Médico Sánchez, mi Segundo de Abordo Mc Isaac, el Oficial de Cubierta Jackson y yo somos los únicos mandos con vida.

De forma rudimentaria por los escasos recursos disponibles y la falta de un experto, realizamos las reparaciones que pudimos y descubrimos que la bodega de carga, donde estaban las provisiones, había sido destrozada y los únicos víveres de que disponíamos estaban almacenados en la cocina. A partir de ese momento hemos intentado sobrevivir con la esperanza de pasar lo suficientemente cerca de un puerto como para ser localizados y remolcados para atracar, sin embargo, los últimos cálculos realizados no son alentadores.

La tripulación está en las cámaras de éxtasis para que nuestro consumo, tanto de víveres como de oxígeno, dure el máximo tiempo posible. Mc Isaac, Sánchez y Jackson se les unieron  hace una semana y tan solo yo me mantengo consciente en la nave, con el fin de intentar contactar. Quizás también debería entrar en una cámara para evitar ser testigo del momento final puesto que nos dirigimos directos al sol del sistema Gendar, un deshabitado lugar en mitad de la nada, pero eso sería como abandonar a mis hombres, y no pienso hacerlo. Me mantendré en mi puesto hasta el último instante.

Queden estas líneas lanzadas a la inmensidad del universo como único testigo del final de la fragata “Fénix” y del valor de su tripulación, que murió en combate por la libertad del planeta Tierra frente al ejército invasor de origen desconocido. Solo espero que algún grupo de colonos, mineros o quizás exploradores en busca de fortuna, localicen la señal de esta sonda y puedan rescatarla para que no caigamos en el olvido. De ser así, quizá estén a tiempo de avisar al Mando Superior Terrestre de que el enemigo parece haber desarrollado tecnología muy superior a la nuestra que le permite realizar grandes saltos espaciales.

Almirante David Hawkins. Fragata Fénix de la Gloriosa Flota Terrestre. Año 4115 de la Nueva Era.

Que los dioses nos reciban con un abrazo.

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miércoles, 9 de julio de 2014

Un segundo más.

Bienvenido a la casa del amor ardiente
tengo sangre nueva para ti.

No hablo más idiomas que el de mis puños
que golpean inútiles al aire.

Momentos de estupidez, ese clímax humano
ese cénit de la razón.
No huyo de tu lado empapado de rencor.
No levanto el escudo y suelto lanzadas

No aprieto los dientes aguantando otra sacudida
simplemente esquivo mandobles de tu diestra
mientras beso tu siniestra
y me mantengo en posición

Soy un guerrero, un valedor de tu causa
un cazador de tus ilusiones
la última frontera entre el cielo y el infierno
el principio de tu propia creación

Así que, si caes herida némesis mía
agarra mi mano y ponte en pie
empuña el arma a mi lado con coraje,
y espalda con espalda
aguantemos un segundo más.

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